Cuatro
Noche.
En la cama. Leo cuentos de Chéjov. En parte, por el curso que a partir de
octubre tendré que impartir; en parte, por ser una de esas asignaturas
pendientes. (Hasta hoy sólo había leído alguno de sus cuentos más conocidos,
como La dama del perrito o El pabellón número 6). Suena el
teléfono. Un mensaje de mi amigo, el poeta coherente. «¿Te crees Dios?». Miro a
mi mujer de reojo. Anda buscando hotel para el fin de semana que pasaremos en
Madrid. No le comento nada. Pongo el móvil en silencio y lo devuelvo a la
mesita de noche. Sigo con Chéjov.