jueves, 14 de septiembre de 2017

Taller de escritura creativa. Diario de un profesor novato [7]

Siete

«Sé dónde encontrarte, profesor», ha escrito. Joder. Me está vacilando, seguro que es eso. Nadie se pone así por una mala crítica, ¿no? Tal vez no haya sido tan buena idea aceptar lo del curso. Me imagino a una decena de alumnos enfurecidos persiguiéndome por las calles de Palma. Mierda. Vuelvo a leer el mensaje. Me voy a su perfil de Facebook. Vive en Valencia, menos mal. Aunque es posible que la información no esté actualizada. Lo bloqueo. Lo elimino. Dejo el móvil y salgo al jardín. Antes me paro en la cocina. Me apetece tomarme una cerveza. Mi mujer y mi hija saltan en la cama elástica. Está oscureciendo. ¿Y si de pronto irrumpe en casa con una sierra mecánica o un bidón repleto de gasolina? Debo controlar mi imaginación. Demasiadas películas. Abandono el jardín y me instalo frente al ordenador. Me pongo a teclear para relajarme. Escritura como sinónimo de masturbación, etc.

Escribo en primera persona. Conviene no variar mi forma de decir. Es un punto de vista limitado, lo sé. No puedo meterme en el pellejo de otro. Es un alivio. Ya tengo suficiente con el mío. Este es mi mundo. Puedo especular sobre las motivaciones del poeta honesto, pero su cabeza me está vedada. Hay lugares en los que es mejor no entrar. También puedo decir que en mi cabeza caben todas las cabezas. Demasiado engreído tal vez. Escribir en primera persona hace que el lector se sienta más cerca del narrador. ¿Puedes tocarme? ¿Hueles mi aliento? Soy el narrador pero también el escritor. Me llamo Javier Cánaves. ¿Autoficción? En El Aleph, el narrador se llama Borges.